“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.” Romanos 13:8
Los cuatro evangelios son vitales porque entre muchas otras cosas, prueban la diferencia entre una religión basada en relación y una religión basada en reglas. Considerando la palabra religión en su definición lingüística: “religare” o volver a unir algo.
Esto no significa que no deben existir las reglas, pero una manera de definir bien la palabra “religiosidad” es la presencia de reglas que matan la relación y, viceversa. Una manera de definir libertinaje es cuando por causa de la relación las reglas se inhiben.
El balance y equilibrio es procurar siempre un trabajo que entreteja ambas cosas, porque de hecho una es el blindaje de la otra.
Si lo pensamos por un momento el mundo de las relaciones colapsaría sin la presencia de reglas. Imaginen que alguien renta a un amigo una casa sin firmar ningún tipo de documento y tiempo después ya no quisiera salirse del inmueble. Sin duda la relación terminaría.
Por el otro lado, si las reglas fueran lo único y no existieran las relaciones, las perspectivas de la vida serían desastrosas. La historia del hijo pródigo es una de ellas donde el hijo solo quería la herencia sin la presencia del padre. Todo se tornaría frío y sería como un metal que resuena 1 Co. 13:1.
Ministrar apropiadamente a un mundo que está confundido requiere un cuidado permanente de este principio, para que todos lleguemos juntos al destino que nos fue dado.
Que tu ministrar, así como la administración de la gracia divina y de los principios de la palabra, sean equilibrados y balanceados por el Espíritu Santo a través de tu vida.
-Ofir Peña
