Queridos pastores y líderes:

"No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." (Mateo 4:4)

Espero que al leer estas líneas se encuentren fortalecidos y con el corazón encendido en la misión que Dios nos ha confiado.

Hace algunas semanas, el Señor ha traído constantemente a mi mente ese conocido versículo de Mateo 4:4: "No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." Y he estado pensando… ¡qué fácil es recordar el pan y olvidar la Palabra! 😅 No me malinterpreten, amo el pan (¡especialmente el recién horneado!), pero el alma tiene hambre de algo mucho más profundo: del alimento que da vida, que sana, que consuela y que transforma.

La Palabra de Dios no es un texto bonito para leer cuando hay tiempo. Es vida misma. Es medicina para el corazón cansado, dirección para el confundido, ánimo para el desanimado y fuego para quien siente que la llama se apaga. La Palabra no envejece, no se agota y nunca llega tarde; siempre tiene algo nuevo que decirnos, siempre produce fruto, siempre actúa conforme a nuestra fe.

Y lo más impactante es pensar que cuando hablamos la Palabra, no estamos diciendo simples frases… estamos liberando el mismo aliento de Dios. Ese aliento que dio vida al hombre en el principio, sigue dando vida hoy a nuestras familias, iglesias, proyectos y ciudades.

Queridos pastores, líderes, maestros: que este mes sea una invitación a volver a tener hambre. Hambre de la Palabra. Hambre de escucharla, de meditarla, de hablarla con fe. Porque cuando la Palabra está en nuestra boca, el cielo se mueve, las tinieblas retroceden y las circunstancias comienzan a alinearse al propósito de Dios.

Así que sí, comamos pan (¡con moderación! 😉), pero sobre todo alimentémonos cada día del pan vivo que descendió del cielo. Que la Palabra sea nuestra fuente constante de fuerza, dirección y esperanza.

Con cariño y gratitud por todo lo que hacen,

Sara Lont